Entre el orgullo y el miedo


LISTIN DIARIO- 6/1/2009

Juan Carlos Guerra


El 9 de octubre de 2006 Corea del Norte sorprendió al mundo con la primera prueba nuclear de su historia. Este lunes realizó otra prueba atómica subterránea, según anunció el propio Gobierno norcoreano y confirmó Rusia. Poco después disparó tres misiles de corto alcance.
Según Pyongyang, el objetivo expreso de la prueba es fortalecer su capacidad de disuasión, pero la tesis no se sostiene. Le sobran medios de disuasión con su Ejército (más de un millón de soldados, el cuarto mayor del mundo), sus misiles (que pueden llegar a Tokio) y su artillería (que puede bombardear Seúl). Los objetivos son otros: protestar por las sanciones impuestas en abril por reanudar las investigaciones atómicas, llamar la atención de la Administración Obama, y consolidar la posición política de su lider Kim Jong-il.
Han tenido éxito atrayendo la atención planetaria. Obama, reclamó “una acción por parte de la comunidad internacional”.
Japón calificó la prueba de “totalmente inaceptable”.
Corea del Sur la consideró una “grave amenaza”. Unión Europea la denunció como “flagrante violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad”. China se declaró “totalmente contraria” al ensayo.
Y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dijo estar “profundamente molesto”.
Pese a sus ensayos nucleares esta nación continúa siendo débil, asilada y frágil. Su población sufre una extendida hambruna y su situación económica es precaria. La amenaza no revelada no es tanto que Corea del Norte desate una guerra, sino el caos que se podría desencadenar cuando millones de refugiados sean desplazados hacia las fronteras. De ahí que China sea reacia a ejercer mayor presión en su pequeña vecina.
Aunque el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas prepara una resolución endureciendo las sanciones al nuevo Estado nuclear, lo inteligente sería buscar el camino para reanudar el proceso de negociación, paralizado desde finales de 2007, cuando Corea del Norte se retiró del dialogo.
Es la única vía hacia la desnuclearización; necesaria para evitar que se alteren los delicados equilibrios estratégicos de Asia nororiental, que representa la sexta parte de una economía mundial en plena crisis. Norteamérica debe evitar el protagonismo en esta incipiente crisis. Es el mayor tenedor de armamento nuclear y el único que lo ha usado en una guerra (Hiroshima y Nagasaki).
Carece de legitimidad su activismo para que otras naciones acaten el Tratado de No Proliferación Nuclear, mientras se exceptúa de su cumplimiento.
El mediador por excelencia, la Organización Internacional de Energía Atómica, ha sido sorprendida por los acontecimientos sin cabeza. Tras la renuncia de El Baradei, sus miembros buscan un sustituto que pueda igualarle en prestigio y confiabilidad. Sin interlocutor confiable para las partes en conflicto, la paz asiática depende de la prudencia de quienes manejan los hilos del poder.
Corea del Norte anuncia que actuaría militarmente contra Corea del Sur. Sin embargo, hay pocos motivos para temer una agresión. La dirigencia norcoreana sabe, por su propia historia, que la acción militar dirigida por EU no tiene consideración por la pérdida de vidas coreanas, de modo que es totalmente consciente de que su arsenal nuclear no es más que una estratagema limitada estrictamente al juego diplomático sin llegar a una guerra.
Por lo tanto ¿Qué esperan ganar los norcoreanos al blandir armas nucleares? interactuar con el resto del mundo de un modo que sustente la existencia física y económica de su Estado, pero sin introducir ninguna idea o fuerza social que debilite el control por la dirigencia, y la fidelidad de la población.
El actual régimen se resiste a permitir que la población tenga una exposición más amplia a influencias extranjeras.
Su arsenal nuclear es un escudo construido con orgullo y motivado por el miedo.
La naturaleza de su frágil estructura de poder no podría resistir los efectos corrosivos de las fuerzas psicológicas, culturales y económicas del capitalismo mundial. Lo sabe, de ahí su obsesiva línea defensiva actual. La política más humana hacia Norcorea sería dejarla sola.
Con el pasar del tiempo, si no es acosada ni provocada, reducirá lentamente muchos de sus temores. Una vez que sean razonablemente disminuidas las aprehensiones, porque ya no es urgida a ajustarse a una agenda capitalista extranjera, es probable que se desarrolle hacia más armonía con el consenso mundial sobre numerosos temas.

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