Leonel, Miguel y el acuerdo


Juany Uribe

LISTIN DIARIO 18-05-09



No pocos perredeístas y peledeístas han criticado el acuerdo que firmaron el presidente Leonel Fernández y Miguel Vargas Maldonado, con el propósito de presentarlo a la Asamblea Revisora de la Constitución, alegando que es una estocada a la institucionalidad partidaria, que viene a ser lo mismo que una estocada a la institucionalidad nacional.
Pero si bien es cierto que en la forma podría criticarse la propuesta, no menos cierto es que en el fondo representa un alivio a la difícil situación política que ha estado viviendo el país con el tema de la reelección presidencial, a la no menos difícil situación económica que atravesamos y a otras dos situaciones que no debemos olvidar y que, quiérase o no, calan en el alma nacional: la violencia y la corrupción.
La decisión, por razones obvias, debe haber sido difícil para el mandatario, pero balsámica, pues le elimina escollos tanto fuera como fuera. Primero porque se sacude de muchos reformistas que aplicando la Ley del Embudo –lo ancho para ellos y lo estrecho para sus “aliados”-- con desproporcionada voracidad han querido tragarse al gobierno haciendo exigencias exageradas, esperando que el peledeísmo ataje para ellos enlazar, y después, porque neutraliza, aunque sea momentáneamente, las protestas que se escenifican en todo el país.
Dentro porque manda a Danilo, a Segura y a cuantos aspiren a rascarse con sus propias uñas, se zafa de las peticiones de bendi ción que le hicieron legisladores y síndicos para repetir en los puestos sin el cedazo de una convención interna y sepulta la posibilidad de extensión del período congresual y municipal.
A Miguel Vargas hay que comprenderlo; al no comunicar a la dirección partidista lo del acuerdo, evitó las reacciones del perredeísmo exacerbado que se producirían, evitó las discusiones de los teóricos de siempre y también evitó al país ver como protagonistas del hecho a quienes nada hicieron por buscar el acuerdo. Olvidan los quejosos de hoy que en el 2002, cuando se concretó la reforma que rehabilitó la reelección, ningún organismo del Partido fue consultado sobre el particular.
Miguel reivindicó a Peña Gómez, los principios esenciales del PRD y honró el pacto que firmó con Hugo Tolentino, Milton Ray Guevara, Virgilio Bello Rosa y Enmanuel Esquea Guerrero antes de las elecciones del 2008. No tenía la venia de los organismos para firmar pero sí tenía la representación de esa parte del país que anhelaba ver aclarados los caminos del futuro nacional, pues se advertían sumamente oscuros.
Ahora toca a la Asamblea acoger las propuestas. Y don Juan y Peña, desde las regiones ignotas en que se encuentran, deben sentir que sus lecciones no fueron en vano y que aún quedan algunos alumnos capaces de asimilarlas.

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